jueves, 21 de septiembre de 2017

NIEVE
















H, la nieve, ahora decís, es demasiada.
No conozco la nieve. Sé de la escarcha, repta, es tosca,
hace ruido.
¿La nieve cae delicada, envuelve?
La escarcha se pisa, hay que quebrarla.
¿Será la diferencia entre nostalgia y tristeza?
Caricias frías, una sobre otra, danzan confundiendo el
recorrido sobre tu piel.
Astillas trepan desde mis pies, los detienen ante un 
paisaje nítido.
¿El frío tendrá distintas formas? La nieve nunca llega a doler, ¿o sí?
La escarcha abre heridas que el tiempo no cierra, sólo
fortalece los callos.
¿Son suaves tus manos?


Raquel Cané, Cartas a H, inédito. 
(Vía EMMA GUNST).










Otra ciudad

Cuando levanto la vista veo nieve,
nieve refulgiendo desde el televisor.
Como siempre, titilan sobre el mapa
los lugares donde uno no está.
Seguro extrañaría el mercado de flores
y despertar en este piso octavo
que se abre desafiando al viento.
La verdad es que hubo un solo día de nieve
y que hay una posible segunda versión
para las cosas conocidas.
Las valijas están hechas desde siempre
y además están sobre el sofá
en posición de espera.
Ese momento dura, se sostiene,
es una manera de estar:
estar a punto de ser abandonado.
El pozo negro de las valijas hechas,
reverso del desembarco:
el deseo humano por lo incompleto
que se refleja, dicen,
en la predilección por lo pequeño,
lo breve, el fragmento.


Laura Wittner, La tomadora de café, Vox, 2005. 
(Releído recientemente en de sibilas y pitias).











el episodio que vas a leer, debo prevenirte,
trata de una sencilla intriga y desempeño
un papel secundario: escuché la nieve cayendo.
si fuese un literato esta mañana podría cavilar
sobre trajes y corbatas y empleos estables,
cantorcitos de tracia que ya no estilan el suicidio
ni sucumben de tuberculosis. o sustraerme, pensar
que te codicio y que estaremos juntos todo el tiempo
que vivamos. y que si alguna vez llegás a dudar de mí,
si amor es profanado, vendida la amistad, perdido
el porvenir, en tanto logre adaptarle alguna palabra
griega o latina a una rama seca, aún desconozco
qué es un poema. y no estoy tan viejo como
para tener un recuerdo de todo. podemos
contarnos, uno al otro, la historia.


Alberto Cisnero, inédito.  









No es suficiente. Por más que fuerce
la llave la puerta no se abre. No
se abre el libro y menos en la página
que augura un mañana extenso y lubricante;
la pregunta es cómo, de qué modo
arrimarle materia a lo que se desvanece.
Cómo ser bienvenido cuando todo,
de lado a lado, auspicia la despedida.
Un paso, un tropiezo. Un café amargo
y urgido mientras envuelven la ceniza
en papeles de regalo. La pregunta
esa qué ritmo andar y por qué lado de la calle,
cómo evitar respirar el aire
que antes respiró por respirar la muerte.
Pienso en la nieve y aquí nieva una vez cada siglo.
Aquí el trapo con que limpio
de polvo y humedad el vidrio.
Mañana, dentro un rato, volverá a ensuciarse.


Carlos Barbarito, inédito.












Fuera del auto estacionado en la banquina

Entre Comodoro Rivadavia y Trelew,
en algún lugar de la Ruta Nacional 3.
No era lo que se dice una "Commedia",
tampoco era simulacro, ni era representación.
Estaba con mis hijos en "mitad del camino",
fuera del auto estacionado en la banquina,
de pie en la nieve y de espaldas al aire frío.
Nos habíamos abrigado hasta los ojos antes
de bajar, y no hablábamos porque era posible
que se nos congelara el aliento, las palabras.
A falta de sol, una especie de luz se suspendía
sobre los campos congelados de la tarde.
El chorro tibio, a temperatura corporal,
fue haciendo un hueco en la nieve.
La aureola amarilla avanzaba, concéntrica,
fuera del círculo polar y gradualmente
lo derretía sin que hubiera oposición.
Le devolvíamos a la tierra, paciente bajo
la masa compacta, una pertenencia en común.
Cuando, cada uno en lo suyo, terminamos
de arroparnos y caminábamos hacia el auto
con el motor en marcha y la calefacción
encendida donde esperaba la madre,
coincidimos en mirar trescientos sesenta
grados alrededor. Todo era blanco, y esa
luz precaria se desparramaba envolviéndonos
como el aliento de la respiración. Había algo,
además de la nieve, en ese lugar apartado, sin
puntos de referencia, que nos hacía mover lentos,
callados, como si aún nada tuviera nombre.


Juan Carlos Moisés, El jugador de fútbol, La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2015.














miércoles, 20 de septiembre de 2017

CASAS




























V

no, mi casa no se derrumbó
no temblaron los vidrios
ni la araña cayó de la amapola del infierno

todo vino, empezó adentro:
nos tragaba un ojo

éramos o somos
el pan corruptible

por cada hueso hubo una boca
un diente
un hambre distinto

feroz, el ojo eligió
al imprescindible
al Dulce
al que sigue cantando

somos tan tristes sin él
a veces no hay de qué hablar, ¿sabe?
no hay fuerza para decir las cosas de la vida

pero llega la lluvia, a veces,
que es mansa y hace música en las canaletas
llega la lluvia por el este para ungir la herida
para hacer grandes las flores de carne

de ángel se pone el patio

detrás del ligustro, el Dulce renace
me dice: poné, hermanita, tu mano
en mi corazón

hace el mismo ruido que los caballos
¿viste?
¿no es un milagro?


Elena Anníbali, La casa de la niebla, Ediciones del Dock, 2015.










1

ya no vivo acá
voy soltando el ritmo, las distancias
que tallan la forma de una nueva casa
ya no vivo acá y sin embargo
vuelvo en cada órbita
a llevarme a mis fantasmas
convencerlos del peligro
de ir dispersos entre perros y escaleras
que no sienten, será eso
la vida en mil fragmentos
decir quién soy desde cero
cuando piso un barrio nuevo
sonreírle a todo el mundo, ya no
vivo acá y un caracol emerge
desde el agua, las macetas, con sus voces
soy mi propia casa
la que siempre está pendiente
la que nunca está vacía


Damián Lamanna, Propiedad horizontal, Añosluz, 2016.








La casa

Si la casa estuviera plantada
donde estaba,
si bajo los escombros,
en los cuartos,
los muebles,
hubiera señales familiares,
las huellas de su paso,
del andar que tenía
entre esas paredes
ella
¿respiraría mejor?

¿Sus ojos serían mansos,
bondadosos,
para ver
lo que no hay de aquello
y lo que hay ahora?
¿Para ver
y aceptar
lo que dejó de ser?

Si la casa abriera sus ventanas
a pesar del derrumbe
para que ella viera bajo otra luz
aquello que hubo antes
y luego dejó de estar,
de ser,
la paz,
por fin,
¿vendría?


Graciela Cros, Pampa de Huenuleo, Ediciones en Danza, 2017.









La casa que

Esa casa que están Construyendo
ahora
mi abuelo y mi papá
será demolida por un albañil Anónimo
30 años después.
Mis hermanos y mis hijos todavía
no
nacieron.
Yo tengo un año
y miro cómo mi abuelo y mi papá
construyen la casa.
El poema llega hasta acá.
Lo escribí en reemplazo
de esa
foto
que nadie sacó.


Javier Ramponelli (vía Damián Lamanna).



















viernes, 1 de septiembre de 2017

CÁMARAS



Henri Cartier-Bresson con su Leica en 1957. Fotografía de Jane Bown.














La cámara imposible


Cámara imposible la llaman los que saben de cine,
Porque la imagen es vista desde una pared
O desde la oscuridad donde no hay nadie
Y es como el tiempo que nos mira hacer y deshacer,
Siempre absortos en la ilusión de no ser vistos,
Siempre a salvo perdidos en las más estúpidas ceremonias.
Allí, bajo la lente, renace el mundo perdido
Entre las venas ya duras y los pelos que salen de la nariz,
A pesar del corazón que anhela por fin dormir bajo la tierra,
De los pulmones que hace tanto no desean más el aire;
La cámara imposible sigue la coreografía de lo íntimo
Que cree haber escapado un momento de lo público
Y las viejas ceremonias vuelven a poblar los rincones
De gente que no existe, a cambiar la escenografía
Por otros decorados hace años tragados por los días.
Más sinceros que la masturbación, más evidentes que el ensueño,
Los rituales secretos devuelven el sentido a las ajadas fotografías,
A los recuerdos que salen de esas imágenes con su andar leve de enanos,
A la pesadilla gozosa de estar a solas, finalmente,
Con ese pesado monstruo que pasa rápido por los espejos.
Y la cámara imposible filmando todo
Para el archivo candente que utiliza la memoria,
Esa extorsión que esgrimirá mañana el pasado:
Mañana, cuando nos avergüence otra vez y otra vez y otra vez
Saber que hicimos lo que hicimos y que somos finalmente
Otra vez todo lo que fuimos y seremos también cuanto no fuimos,
Como registró la cámara, la cámara imposible.


Luis Benítez (en revista Replicante)








Laica

yo tengo una perra con un solo ojo
como la de Cartier Bresson

ella no captura el instante
sino la mitad

por ejemplo
tus manos en alto
se vuelven una sola
que muestra la palma

yo te apunto con mi Laica.

ella le ladra al futuro que pasa por tu mano

es un viaje del azar que no se detiene con Dios

tu mano se ha vuelto inmortal
y yo vivo en la mitad de tu vida

estás detenido en el espacio

Laica te mira a través de la burbuja de vidrio

vamos a casa
te dice
no todos los perros van al cielo

la burbuja brilla como la aureola de un santo
pero es sólo casualidad
no se puede rezar con una mano sola







Muralla

cuando los chinos
inventaron la fotografía
aún no existía el papel

tomaron en sus manos la Muralla
la pulieron
e hicieron de ella un espejo del mundo

lo que vieron fue la muerte
su faena uniforme y puesta en abismo
los fragmentos de la vida
perpetuada en portarretratos

sus soldados en fila
la arcilla de la amalgama
el espacio entre viñetas

su propio dibujo
por primera vez
empequeñecido

la cámara oscura de cada torre
los caídos
en pleno ejercicio de la apariencia

el universo dejó de ser infinito
su fotografía
no



Silvia Castro, Isondú, El Suri Porfiado, Buenos Aires, 2014.









I

Cuando las ganas de eso
hacen buscar un lápiz
me doy cuenta que tengo
porvenir
que tenía hace rato
el filtro de la lente en el bolsillo
y sólo cuando voy y busco un lápiz
recordé: entonces ir, guardarlo,
cuidar que no se rompa mi señor, y es así,
siempre hay algo que obstaculiza el impulso
una piedra
en medio del camino había una.


II

Pero ahora lo repito
es ganas de escribir, es eso,
lo que hay en el bolsillo de la lente
entonces voy, aguardo, hay siempre
algo para guardar
y es parte del camino que en el medio
hubiese un puro gris
virando lentamente
hacia lo negro espeso

la imagen va pasando
por ese contrasueño del esfuerzo
pasa punto por punto
pasa mientras pasea y ahí está:
la pera de esperar,
el gesto donde el alma fue la cara:
es justo ahí, cuando hay que disparar.



III

Leí muchas revistas. Dicen casi lo mismo.
Fotografía dice "escritura con luz".
En un papel sensible es la luz la que se escribe.
Yo sólo dicto mirando aquello o esto      lo otro.
Aprieto suavemente ese gatillo
y corto una porción de realidad –como de pizza–
que hasta antes no existía.
Poder de decisión le digo      por 125
fracciones de segundo
el índice de dios.


IV

Voy a buscar la cámara y después
a caminar.
Bresson estaba horas esperando.
Tenía paciencia y dedo.
Sabía ver.


V

Pero yo cuándo? Cuánto
voy a tirar hasta ver algo?
Y si lo veo lo reconoceré?
Películas de metros de película enrollada en la más
completa oscuridad en el calor del cuarto
sudando si no engancha si se rompe un agujero
si alguien abre la puerta y entra
luz.



Mario Nosotti, El proceso de fotografiar, Viajera, Buenos Aires, 2014.









Aldo o la intuición de que vivimos en las renuencias de un holocausto


Con una cámara que no sé manipular, que ese mismo viejo trajo hace diez años, la única vez que se alejó del pueblo, y ahora me saluda sonriente, bajo la pátina amarillenta de la tarde, con una bolsa de pan en la mano y el gabán descosido, tomo la fotografía. Hay detrás un tambor de cien litros, volcado, leña seca que se apila en el centro del baldío, latas de pintura arruinada alrededor, dos chapas que se enciman en el suelo sembrado de cardos, entre víboras de caucho y alambres en constelación rastrera. Hay estrellas que apenas se ven.


Diego Colomba, El largo aliento, Alción, 2016.